¿Reconoces cuando tu alma está inquieta y te pide ser escuchada? ¿Has sentido esa sensación? Esa ante la cual te encuentras entre el dilema de lo que quieres y lo que “debes” o “tienes” que hacer. ¿O como cuando nos despertamos soñando en cierta persona, una idea, un lugar, un proyecto al que le quisiéramos estar dedicando nuestro tiempo?
Llamo a estos dilemas y sensaciones: inquietudes del alma.
El Alma empieza a darnos avisos, nos pide ser escuchada, nos pide prestarle nuestra mayor atención porque tiene algo importante que decirnos. Esto puede traducirse en insatisfacción, falta de plenitud, bienestar o entusiasmo, en necesidad de cambiar o en una simple invitación a algo nuevo. Estas voces muchas veces las callamos, las ignoramos o nos peleamos con ellas.
Escuchar esa inquietud, en ocasiones nos da miedo, porque puede que nos lleve a descubrir que estamos lejos de lo que somos o sentimos, y eso puede dolernos. Ese estado prolongado de conflicto interior puede mostrarse como una resistencia a un posible futuro, a la trasformación o al aprendizaje.
¿Qué pasaría si le damos una vuelta a nuestra manera de verlo y pensamos en el regalo que las inquietudes del alma nos traen? ¿Cómo sería verlas como una oportunidad para evolucionar, para retomar para evolucionar, para retomar la gracia, la plenitud, el bienestar y/o el sentido de la vida? Sin la vivencia del sentir, de agudizar nuestros oídos y descubrir, nuestras nuevas posibilidades no aparecerían. ¿Qué tal si nos dejamos de sufrir por no poder escucharnos y empezamos a escucharnos y empezamos a escucharnos para vivir?
¿Qué cambiaría en ti, si dejas de resistirte y comienzas a escuchar las inquietudes de tu Alma, para dar los Saltos que está llamada a manifestar?
Yaremí de los Ángeles Martínez Arcila.